El mosaico de cemento se ha convertido en parte importante del patrimonio visual y urbano muchas ciudades icónicas en América Latina, en Europa y en Medio Oriente. Podemos apreciarlos todavía en buen estado en cientos de construcciones realmente antiguas pero, lo más importante, es que arquitectos y diseñadores de todo el mundo están volviendo a recurrir a este material para cumplir las exigencias estéticas y utilitarias de proyectos de gran envergadura.
Según la región en la que se manufacturen, los azulejos de cemento, también denominados mosaicos hidráulicos, presentan una gran gama de estilos y patrones tradicionales. Lo que todos tienen en común es que son una opción ideal para pisos y superficies si lo que estamos buscando es un acabado que dure para toda la vida y que le brinde plusvalía adicional a nuestro espacio.
Hoy vamos a hablar un poco acerca de la trayectoria de este elemento tan cotidiano y al mismo tiempo tan lleno de historia y tradición.
¿De dónde vienen los mosaicos de cemento?
El arte del mosaico se puede remontar hasta los antiguos griegos, que ocupaban guijarros o teselas sobre mortero para crear patrones que iban desde la sencillez geométrica hasta la complejidad del cuerpo humano representado en distintas actividades. Durante el imperio romano se le utilizó principalmente para recubrir pisos y llegado el imperio bizantino comenzó a utilizarse un nuevo material: la pasta vítrea.
Medio oriente, mientras tanto, llevó hasta lo último el perfeccionamiento de los patrones geométricos decorativos, que se conjugó con la cerámica para dar pie a lo que hoy conocemos como “azulejo”, mismo que en poco tiempo se extendió por todo el viejo mundo y hacia el oriente.
Con el tiempo, también se fueron diversificando los materiales con los que se recubrían pisos y superficies, hasta que en el siglo XIX la aparición del cemento hidraúlico “Portland” permitió fabricar, mediante un método a presión, la primer baldosa hidráulica o mosaico de cemento. Lo revolucionario de este material, entre otras cosas, es que a diferencia de la cerámica o el barro no necesitaba de la cocción o el uso de calor para fraguar.
El mosaico de cemento era tan resistente, estético y accesible a comparación de otros materiales, que rápidamente llegó a cada rincón del viejo y el nuevo mundo. Durante años fue uno de los acabados favoritos para proyectos urbanos y para casas de clase alta, sin embargo también era común encontrarlo en barrios menos acomodados.
El mosaico de cemento es un recubrimiento frío, por lo cual es ideal para climas cálidos. Los artesanos de México, Cuba y América Latina en general conservan la técnica de prensado del mosaico pero le dieron un nuevo toque de color y folclore a los diseños.
Eventualmente, la industrialización masiva provocó que el arte del mosaico de cemento decayera bastante, pero la buena noticia es que hoy en día está volviendo a ganar un auge considerable.
¿Cómo se fabrican los mosaicos de cemento?
Los mosaicos de cemento se fabrican uno a uno de forma artesanal. Se utiliza una base de mortero de cemento combinado con otros materiales, como la arena y el mármol, para darle más dureza. En la parte inferior del molde, o sea, la que será la cara superficial del azulejo, se utiliza otro molde removible que se rellena con diferentes pigmentos esmaltados que corresponden al patrón y los colores que tendrá la pieza.
Una vez que se tiene el diseño, se retira el molde del patrón y se cubre el pigmento con el resto del mortero, y luego el molde cuadrado se coloca en una máquina prensadora que aplica más de mil kilos de presión, lo que da como resultado un azulejo increíblemente resistente.
Cada uno de los mosaicos de cemento requiere la mano experta de un artesano para que el patrón y los colores sean precisos, y esta maestría sólo se adquiere con años de paciencia y dedicación.
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